Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando las entradas de octubre, 2021

Día 15: Noche de caza parte 2

         Tanto Julián como Felipe llegaron al campamento, la fogata les reconfortó con su calor, pero no se atrevieron a hablar en un buen tiempo.        —Lo lamento —dijo Felipe.        Julián solo le miró, entendió entonces que hablaba de Estela. No le dio importancia y volvió a ver el fuego. Así era como había sobrevivido hasta el momento, no le daba importancia a las cosas, solo, las dejaba pasar, no dejaba que lo entristecieran o lo alegraran, solo pasaban.        El estómago le rugió.        Se paró y dijo que iba en busca de la trampa para conejos. Vio miedo en los ojos de Felipe.        —No tienes que acompañarme, solo quédate aquí, me será más fácil encontrar el lugar si alguien mantiene encendido el fuego.        Felipe se tranquilizó y le dedicó una sincera sonrisa.        La trampa para conejos no estaba…o ¿ese si era el lugar? No lo recordaba con exactitud. Tuvo que ponerla casi que a escondidas mientras Esteban decía que estudiaba las huellas en el pantano,

Día 14: Noche de caza parte 1

     Esteban Duarte era el que llevaba el rifle. Lo compró unos meses atrás. Cuando lo vio estaba seguro de que quería cazar algo en un bosque cercano con sus amigos. De seguro Juan estaría asustado y no querría ir, pero, Andrés y Felipe aceptarían sin rechistar.      Y tal como lo pensó así pasó. Juan se echó para atrás diciendo que no era ético —Juan era de las personas que usan la palabra ética en su vida diaria— con los animales. Los demás se burlaron de su intervención y recurrieron a la principal forma de chantaje entre hombres, la defensa de la masculinidad.      Fue por ello que se demoraron tantos meses en concretar cómo sería el plan. Tuvieron que pasar una serie de desgracias para que el grupo de hombres se encaminaran en un viaje en coche hacía un bosque lejos del pueblo. Lo primero fue que Andrés perdió su trabajo, le dieron la excusa de un simple recorte de personal, pero él estaba seguro de que lo apartaron para darle el puesto al genio que es el hijo del jefe, que n

Día 13: ¿quieres un dulce?

     El pequeño Timmy se lo cuestionó. Mamá y papá le habían repetido incontables veces que no podía recibir dulces de extraños, aunque fueran muchos y aunque fueran ricos. Podían dejarlo quieto para siempre o dormirlo… aun no entendía muy bien el peligro que implicaban, pero mamá y papá se enojarían, de eso estaba seguro.      Aunque en ese momento el pequeño Timmy no entendía por qué Mamá y papá lo alentaban a recibirlo, ¿Había entonces una excepción a la regla? ¿Cómo sabían papá y mamá que este no lo dormiría? El pequeño Timmy se lo preguntó mucho, hasta que estuvo acostado en la cama con las piernas doloridas y eso que papá y mamá le habían cargado casi la mitad de la noche. Las orejitas de… por un momento se le olvidó el nombre del “ aminal ” —hace bee, pequeño timmy, ¿Qué “ aminal ” hace bee? —. le recordó su mente.      —paa, me duele la cabeza —dijo su voz infantil— Las orejas de la oveja me ‘prietan .      Papá le quitó las orejas y el disfraz y le acostó dándole un beso

Día 12: Ellos saludan

       A esas alturas de la caminata, Camila se preguntaba qué tan adecuado sería continuar. Caminaron cerca de una hora en lo profundo del bosque, de la mano de un guía y 5 amantes más de las cosas paranormales.      El bosque ya los estaba encerrando y el cielo se llenó de nubarrones, parecía pues que estarían en problemas si una tormenta de tales magnitudes les caía encima.      Pero el guía dijo que todo eso era normal, que eran las energías del lugar. Camila le agarró fuerte la mano a su esposo, y este le devolvió una sonrisa amistosa.      Cuando llegaron todos exclamaron un “Ahh”, sin embargo, Camila se sintió extrañada, confundida y, en el fondo, asustada.      —Les presento, los árboles que saludan —El guía extendió el brazo y agarró una hoja, realmente las hojas parecían manos humanas amontonadas unas sobre otras y el viento las movía de tal forma que parecía un saludo de la naturaleza—. Como ya saben, los lugares donde más se sufre dejan huella en sus energías. Este era

Día 11: La muñeca

     Como le digo, no sé nada de ella desde hace tres días, siempre solía llamarme en las noches, y como era fin de semana, pues, pensé que salió de fiesta y se le olvidó. Pero ya ha pasado mucho tiempo señor oficial, mi hija no es así. Sí tuviera un viaje me habría dicho.      Claro que fui a buscarla a su casa esta mañana, ¿por quién me toma? ¿Una paranoica? No había nadie en la casa. ¿Algo extraño? Pues todo estaba en su lugar…Humm. Aunque ahora que lo comento, había una muñeca. Sí es raro oficial, Laura tiene cuarenta años y nunca fue de jugar con muñecas.      Ahora que lo recuerdo, uishh, me da escalofríos y todo, la muñeca se parecía mucho a ella. Seguro la mandó a hacer o algo así… pero, entonces no estaría en tan mal estado y tan retorcida.      Sí, que le digo que la muñeca tiene que ver algo con todo esto. No, no estoy loca señor oficial… no estoy loca, esa muñeca… tiene algo raro, es como si fuera mi hija de alguna forma.      Sabe que, olvídelo, solo ayúdeme a encontrarla,

Día 10: psicosis e insectos

  El día que vio la primera, un escalofrió le recorrió la espalda, y el asco se le presentó en la garganta. Una cucaracha, caminaba rápida y libremente por la despensa de comida, caminó sobre el pan, las galletas, los huevos y las frutas. Era una de las grandes y posiblemente de aquellas que vuelan. Buscó con ímpetu el insecticida, pero no podía rociarlo en el lugar en el que estaba. Al final se rindió. Ya la encontraría luego y la aplastaría como el ser repugnante que era. Pero luego aparecieron más, caminaron libremente por su escritorio mientras estaba escribiendo. Se acercaban a su mano y él, espantado, la movía como si fuera un espasmo y ellas corrían de nuevo a esconderse. Cuando intentaba matar a unas cuantas, descubrió entonces que si eran de aquellas que volaban. Se le acercaron y el hombre manoteó en todas direcciones, pudo tumbar una de las tres que le atacaban, y la pisó al instante escuchando un sonoro y desagradable Crack junto con el sonido de algo líquido. Por m

Día 9: Las cosas que hacemos por amor

La anciana bruja echó los ingredientes al fuego.        Julián Monsalve estaba asustado, era la primera vez que iba a un lugar así, pero el sentimiento que le quemaba por dentro lo llevó a desbocarse, a desear enteramente a la mujer que encontró en la calle hace unos días.        Las velas despedían un olor dulzón, aunque todas en la estancia eran negras. La bruja no dejaba de observarle, mientras cantaba sus hechizos y revolvía el menjurje de rosas, partes de rana, hierbas y quien sabe que más cosas.        Los olores le embotaban la cabeza, comenzó a tener sueño, a desvariar, como cuando el alcohol comienza a hacer efecto. Y así, mientras caía dormido, la anciana se le acercó.        —Es hora de pagar tu parte…          Despertó días después en una cama de hospital. La mujer, rubia y esbelta, estaba dormida en una silla cerca de su cama, el hombre sonrió y sintió la venda que le recubría parte de la cara. Palpó la mejilla y la venda y la mujer se despertó.        —Qué b

Día 8: La doncella

       —le digo que vive en el bosque…        Aunque tomaron su declaración estaba segura de que la habían tomado por una loca de atar. Pero lo que Samanta vio aquella noche en el bosque era real… tan real que se había llevado a su amiga. Más bien la había encantado…        Fue no más que un viaje de campo, un fin de semana tranquilo con la banda sonora de los grillos. Acamparon en el bosque sin que nadie las molestara, hicieron una fogata y contaron historias y chismes y chistes; y cantaron.        Y luego llegó la doncella. La vieron a lo lejos, refulgiendo en medio de la luz blanca que emitía su vestido. A Samanta, conocedora del bosque, le parecía una combinación extraña y al tiempo hermosa, era como si un humano se hubiera fusionado con un hongo. La doncella era hermosa, tenía un vestido blanco, que al tiempo era parte de sí, como aquellos hongos blancos con patrones estrambóticos.        —phallus induiatus —dijo samanta hipnotizada por la creatura —El velo de la novia.

Día 7: insomnio

  En aquellas noches miraba al techo. La luz que entraba por la ventana, le permitía ver con claridad los objetos de su habitación aun siendo las tres de la mañana, no podía dormir, llevaba años intentando volver a tener un ciclo de sueño normal.        Pero las cosas cambiaron cuando entró en esa carpa. Sus amigos le insistieron en entrar al lugar de la adivina, más como una broma que algo serio. La mujer era alta y escuálida, arropada con una tela purpura. Le mostró las cartas y en ellas, sea lo que sea que vio, divisó un futuro fascinante.        Le dio la pócima sin siquiera cobrarle. Tómala en las noches y te curará tus penas, sentenció ella y él se sintió contrariado. Podía ser cualquier cosa…        El frasco se quedó entonces en la mesa de noche por más de un año. Hasta que un día, a las 5 de la mañana, desesperado ya por pasar en vela dos días continuos decidió tragarse hasta la última gota del frasco.        Lo que lo despertó fue el sonido de las olas rompiendo en la

Día 6: El fuego

  La chica se veía indispuesta.        —¿Estás bien? Te vez un poco pálida.        La chica dijo que no me preocupara, que todo había estado bien aquel día, pero, él pudo observar que no dejaba de sobarse la mano izquierda, como si le escociera, se la rascaba y se la apretaba. De vez en cuando hacía una mueca.        —No hay problema si quieres irte a casa… puedo… podemos llamar a un familiar tuyo o una amiga para que te recoja.        —No quiero asustar a nadie Martín. No es nada, parece una alergia. Y he esperado mucho tiempo para que el señor ocupado tenga tiempo de salir conmigo en una cita.        Martín se rascó el cuello, estaba avergonzado. Se disculpó y trató de no preocuparse más sobre el asunto.          Entraron al restaurante, de ambiente costoso y luces tenues. Trabajó todo el mes solo para sorprenderla en aquella cita. Le sirvió un poco de vino, solo un poco, no quería que pensara que la emborracharía.        Hablaron un poco de cosas banales, mientras lo

Día 5: la bruja y el cuervo

  Extractos del diario de Alan Pérez   4 de agosto 2xxx He tenido un sueño. Hace mucho que no tengo uno tan perturbador como para recordar algo de él. Ha pasado tiempo y he perdido muchos detalles, pero recuerdo al cuervo. El cuervo me estaba buscando y su pico me hería la piel.   6 de agosto 2xxx        Me desperté sudando, tuve el mismo sueño, no lo recuerdo en su totalidad, pero tengo la sensación de que los hechos ocurrieron de la misma forma. Es extraño, solo recuerdo al cuervo y sus garras, creo… creo recordar que tiene varios ojos. Podría ser una idea interesante para escribir un cuento.          10 de agosto 2xxx        Un árbol destrozó el patio trasero, con la tempestad de ayer se cayó llevándose una de las paredes de la casa, tengo que arreglar todo el desastre, pero estoy muy casado, no es cosa que no pueda esperar hasta mañana. Ha sido un día dificil. Cerraré bien la puerta, espero que los animales del bosque no husmeen en mi casa.               12 de

Día 4: el bosque de la agonía

  —No podemos meternos al bosque Juan, sabes que papá se enojaría mucho si se da cuenta —dijo el pequeño Simón.        Juan entendía muy bien el miedo de simón hacia papá, pero sabía que, en el fondo, su pequeño hermano estaba muriendo de angustia al no encontrar a su gata.        La gata, que había sido uno de los pocos regalos de su padre alcohólico, no aparecía desde hacía tres días. Le buscaron bajo las camas, detrás de la nevera y peinaron cada centímetro del solar detrás de la casa. Lo único que faltaba era el bosque de enfrente.        Papá se los tenía prohibido, era común que la gente se perdiera en aquel bosque y si la gente lo hacía, la pobre gata no tenía muchas esperanzas.        Estaban solos, y Simón la extrañaba como nunca antes. El niño era extremadamente callado y Juan se acostumbró a que los maullidos poblaran la casa, ahora solo escuchaba el silencio o algún que otro sollozo. La situación le estrujaba el corazón.        —Juan no, que no puedes ir allá —El

Día 3: ojos, calabazas y hechiceros

  Estaba frente a él, la calabaza reposaba sobre la mesa con mantel violeta. Al frente, los tres jurados le juzgaban detrás de sus respectivas máscaras, los supremos solo se limitaban a mirarle, mientras que el hechicero enfrentaba su prueba final.        “Concéntrate” se dijo a sí mismo. Levantó sus manos y recitó los conjuros. Movía los dedos al tiempo de hablaba.        Uno de los supremos bostezó de aburrimiento. El hombre se asustó. Le sudaban las manos y la garganta estaba seca.        Los tres le miraban.        Le miraban.        Le miraban.        Su mente que quedó en aquel detalle y eso le jugó una mala pasada.        El hechicero hizo que de la calabaza brotaran ojos que miraban indiscriminadamente en todas direcciones. Y, aunque no estaba seguro, podía escuchar un leve gemido de dolor, procedente de la misma.        Se disculpó. Sin embargo, ya era demasiado tarde.        Su tarea era convertir la calabaza en una persona, estudió por meses el arte de la t

Día 2: la llave

  Cuando despertó lo único que pudo ver fue la puerta. Un par de velones le alumbraban con una luz anaranjada que, al igual que él, estaba inquieta. No recordaba nada, ni siquiera su nombre.        Miró en derredor… oscuridad total. Solo eran él, la puerta y las velas… o… pensó que algo se movió en la oscuridad, cosa que descartó creyendo que era una ilusión de las velas. Así pues, recogiendo valor, giró el pomo…        La puerta estaba cerrada.        El cerrojo era antiguo, trató de forzarlo sin éxito alguno. Golpeó la puerta tres veces, tock tock tock… nadie vino a abrirle.        En ultimas agarró uno de los velones y deambuló por la fría y oscura habitación. La luz anaranjada acaricio las formas de un cuerpo humano, primero pudo apreciar los pies, resguardados en unas botas de caucho, siguió las piernas hasta un torso y tuvo un leve atisbo de lo que seguía. Entonces, no pudo contener las ganas de girarse.        Había encontrado la llave.        Estaba donde debería es

Día 1: luna, pesadillas y arañas

          La luna doctor, el secreto está en la luna. O…bueno, eso creo. Ya estoy harto de esta pesadilla… siempre viene hacía mí, me atapa, me alza sobre la copa de los árboles y me hace ver la luna, y me mira con sus ojos…o lo que parecen sus ojos; son tan horripilantes doctor, giran y giran sin parar, y yo estoy atrapado en su tela, que es viscosa y pegajosa.        Es tan brillante. La luna doctor, concéntrese, la luna es muy brillante aquellas noches, ella…eso quiere que la vea. El secreto está en la luna doctor, siempre estará allí.        ¡No sé cuál es, doctor! Por eso es un secreto… siempre me despierto cuando está a punto de decírmelo… no, no habla, pero la escucho aquí dentro. Claro que las he tomado, pero eso no es lo importante. ¡me está escuchando! ¡me entiende! NO, usted no me entiende doctor…        Solo vea a la luna.        Pronto nos encontraremos allí.        No, no se preocupe, la araña nos mostrará el camino.