Tanto Julián como Felipe llegaron al campamento, la fogata les reconfortó con su calor, pero no se atrevieron a hablar en un buen tiempo. —Lo lamento —dijo Felipe. Julián solo le miró, entendió entonces que hablaba de Estela. No le dio importancia y volvió a ver el fuego. Así era como había sobrevivido hasta el momento, no le daba importancia a las cosas, solo, las dejaba pasar, no dejaba que lo entristecieran o lo alegraran, solo pasaban. El estómago le rugió. Se paró y dijo que iba en busca de la trampa para conejos. Vio miedo en los ojos de Felipe. —No tienes que acompañarme, solo quédate aquí, me será más fácil encontrar el lugar si alguien mantiene encendido el fuego. Felipe se tranquilizó y le dedicó una sincera sonrisa. La trampa para conejos no estaba…o ¿ese si era el lugar? No lo recordaba con exactitud. Tuvo que ponerla casi que a escondidas mientras Esteban decía que estudiaba las huellas en el pantano,