Cuando despertó lo único que pudo ver fue la puerta. Un par de velones le alumbraban con una luz anaranjada que, al igual que él, estaba inquieta. No recordaba nada, ni siquiera su nombre.
Miró en derredor… oscuridad total. Solo
eran él, la puerta y las velas… o… pensó que algo se movió en la oscuridad,
cosa que descartó creyendo que era una ilusión de las velas. Así pues,
recogiendo valor, giró el pomo…
La puerta estaba cerrada.
El cerrojo era antiguo, trató de forzarlo
sin éxito alguno. Golpeó la puerta tres veces, tock tock tock… nadie vino a
abrirle.
En ultimas agarró uno de los velones y
deambuló por la fría y oscura habitación. La luz anaranjada acaricio las formas
de un cuerpo humano, primero pudo apreciar los pies, resguardados en unas botas
de caucho, siguió las piernas hasta un torso y tuvo un leve atisbo de lo que
seguía. Entonces, no pudo contener las ganas de girarse.
Había encontrado la llave.
Estaba donde debería estar la cabeza de
aquel cadáver,
Sin embargo, la carne se fundió con el
metal, en un amasijo repulsivo.
Se acercó, tocó la llave y trató de
desencajarla. El cuerpo se estremeció, se movía lento, como un insecto
moribundo, intentaba defenderse de su atacante. El hombre, asqueado por la sensación
en sus manos, y sintiendo la pegajosa sangre, no paró hasta obtener el objeto.
Las extremidades del cuerpo cayeron
inertes.
Entusiasmado, usó la llave y movió la
pesada puerta.
Siendo libre, gritó de alegría… entonces
la cuchilla solo le cortó la parte superior de la cabeza, dejando la quijada y
la lengua en sus respectivos lugares. El cuerpo del hombre cayó y la sangre
viscosa manó, se esparció por el suelo, llegó a la llave y la carne y el metal
se fundieron de nuevo.
De a poco la llave llegó a la cabeza.
De a poco el cuerpo se arrastró hasta la
esquina con su nuevo líder metálico.
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