Hace varios años, en mis ratos de procrastinación productiva en YouTube, llegué mágicamente al canal de Angela Vicario, que, si les interesan los temas medievales y de género, vayan a darle una miradita. El caso, en ese video, titulado “el canon literario me da pereza”, nuestra anfitriona nos hace tres preguntas:
1.
¿Cuántos libros de autores que escriben,
originalmente en castellano, tenéis en vuestra librería?
2.
¿Cuántos autores que escriben en ingles tenéis
en vuestra estantería?
3.
¿Cuántas novelas originales indias traducidas al
castellano tenéis en vuestra librería?
A las cuales mis respuestas fueron:
1.
Pues algunos.
2.
La gran mayoría.
3.
Ninguna, es más de obras literarias en otros
idiomas solo tengo una que fue escrita en francés, y los mangas claramente
japoneses.
Pero más importante aún, si acaso tenía uno o dos libros de
autores colombianos en ese entonces y aquellas obras las tuve que leer para
tareas del colegio. Las preguntas influyeron tanto en mi que comencé a cambiar
la forma en la que escribía y me hizo replantear toda una novela repleta de
nombres y costumbres gringas que nada iban al caso.
Por tanto, comencé a leer más novelas colombianas, sin
embargo, ¿Qué leer? Lo primero que se le viene a la mente a uno en ese caso es
la obra insignia con mariposas amarillas y para ese entonces el don Gabriel me
parecía algo complejo. Y así con muchos, parecía que la literatura colombiana
estaba poblada de señores viejos que describían fenómenos sociales y políticos
en pueblos escondidos, asolados por la violencia y la pobreza, que a la final
no es más que lo mismo que nos quejamos de las telenovelas, solo que con más
clase. Pobreza y conflicto.
Pero yo quería ver/leer otras cosas, las fantasías
medievales de caballeros, damas y dragones; las de adolescentes descubriendo
otros mundos que se esconden en el suyo, terrores nocturnos, hoteles
embrujados; detectives resolviendo casos imposibles… las narrativas que si se
atreven a explorar en otros países.
Lo que me hacía pensar, si a mi tanto me gustaba leer y
escribir sobre ello tenía que haber más gente que lo hiciera.
Así que este es el punto de esta sección. Acompáñame a
encontrar esos escritores colombianos que se aventuran más allá de la no
ficción y el realismo mágico (como soy yo reitero, esta no es una ley
inquebrantable, así que demás que sale uno que otro, de los de siempre) y
veremos que se puede aprender de sus historias.
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