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Día 15: Noche de caza parte 2

        Tanto Julián como Felipe llegaron al campamento, la fogata les reconfortó con su calor, pero no se atrevieron a hablar en un buen tiempo.

       —Lo lamento —dijo Felipe.

       Julián solo le miró, entendió entonces que hablaba de Estela. No le dio importancia y volvió a ver el fuego. Así era como había sobrevivido hasta el momento, no le daba importancia a las cosas, solo, las dejaba pasar, no dejaba que lo entristecieran o lo alegraran, solo pasaban.

       El estómago le rugió.

       Se paró y dijo que iba en busca de la trampa para conejos. Vio miedo en los ojos de Felipe.

       —No tienes que acompañarme, solo quédate aquí, me será más fácil encontrar el lugar si alguien mantiene encendido el fuego.

       Felipe se tranquilizó y le dedicó una sincera sonrisa.

       La trampa para conejos no estaba…o ¿ese si era el lugar? No lo recordaba con exactitud. Tuvo que ponerla casi que a escondidas mientras Esteban decía que estudiaba las huellas en el pantano, como si el supiera de esas cosas. Estaba casi seguro que ese era el lugar, pero ni siquiera la cuerda estaba allí.

        —Se te perdió algo.

       La voz le hizo saltar y llevarse la mano en busca del cuchillo que llevaba a la cintura. La niña se estremeció, levantó los brazos y le dijo que lamentaba asustarlo pero que por favor no le hiciera nada.

       —¿Qué hace una niña como tú en este lugar?

       —Vivo por aquí cerca… papá no me deja salir a estas horas, pero escuché cosas extrañas y me asusté. ¿puedes acompañarme en el camino de vuelta?

       Julián miró la niña de arriba abajo, no tendría más de 7 años, el cabello, rubio estaba recogido por dos cintas celestes, a juego con su vestido. Tenía unos ojos verdes que le inquietaban. Sentía que eran los mismos ojos de Estela. Suspiró, y acompañó a la niña.

       —¿pero por qué no quieres un hijo? —Julián recordaba muy bien esa pelea en la sala de la casa, el ambiente se había calentado tanto que el pantalón le molestaba, sacó el condón de la billetera y Estela insinuó que no lo quería. No le hizo caso, aunque eso le bajó un poco los ánimos. Después de eso el ambiente se transformó en un debate subido de tono sobre el porqué el matrimonio debía tener un hijo. Julián, defendió su punto de vista, pero al final estaba tan cansado que decidió irse a dormir. —Eso es lo único que haces, evitar las situaciones —sentenció Estela.

       Estela quería una niña como la que él se había encontrado en el bosque, de seguro la vestiría de la misma forma y le llamaría “mi pequeña” o “mi cielo” y el no sería más que un segundón en su vida. Bueno, al fin y al cabo, terminó siendo un segundón. Ella encontró a alguien que le diera su pequeña y él solo dejó que las cosas pasaran…

       La cabaña estaba en medio del bosque, era un conjunto de troncos apilados unos sobre otros, parecía más una cabaña de los bosques colindantes con Canadá que una antioqueña, el hecho le pareció raro, pero no alarmante. La luz de la entrada estaba encendida y dedujo que era porque su padre la estaba buscando.

       —Vamos, acompáñame mientras llega papá. —dijo la niña luego de haberle gritado a su padre desde la entrada.

       La niña lo incitó a entrar y un escalofrió le recorrió la espalda una vez puso un pie dentro, escuchaba algo… algo raro, como el ronroneo de un gato, pero no había uno lo suficientemente cerca como para escuchar eso.

       Escuchó un disparo.

       Luego escuchó un grito y la niña se asustó, ella corrió a abrazarlo y estaba al punto del llanto.

       Julián, siendo comprensivo, decidió acompañarla hasta su habitación. La niña se reusó, allá no se sentía segura, dijo. Tenían que ir al ático, nadie nunca iba al ático y por eso era un lugar seguro, dijo.

       El sonido del ronroneo venía del ático. Supuso entonces que debía proceder de algún generador. La niña le explicó cómo sacar la escalera.

       —Debes subir tu primero. Tengo vestido y que un hombre vaya detrás de mí no es bueno.

       La niña tenía un punto valido así que subió. Arriba estaba todo oscuro, la luz solo procedía de una pequeña ventana que estaba obstaculizada en su mayoría con herramientas. Se volvió para llamar a la niña, pero ya no estaba allí. Decidió bajar, cuando el ronroneo le sobresaltó. Miró rápidamente al lugar donde esa cosa se había movido… creyó ver lo que parecía un… un ojo. Sacó el cuchillo que llevaba en la cintura.

       El animal se acercó, parecía un jabalí y al cuello llevaba un collar de huesos… eso fue lo que pudo detallar antes de que se le abalanzara encima y viera sus fauces…

       Aquel fue otro grito que no pudo escucharse en medio de la espesura del bosque.

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