En realidad, han pasado tres semanas, pero como dije anteriormente quería pasarme la primera como una especie de vacaciones. En estas dos si que he escrito, aunque no tanto como a mi mente adicta a la productividad quisiera.
Redacté el microcuento
para Medellín en 100 palabras, que de hecho fueron dos; hice dos versiones
porque la primera me pareció demasiado simplista, algo hecho en menos de una
hora que evidenciaba los problemas de la comunidad lgbt en Medellín junto con
lo que más he admirado de la ciudad últimamente. Todo salió demasiado fácil y
cuando miré, ni siquiera tuve que restarle palabras, solo tuve que hacer una pulida aquí y allá, y
me dije que no podía ser de esa forma. Escribí otra versión sobre el mismo tema
y pasó lo mismo.
Le mandé el
escrito a varios amigos y sorprendentemente la mayoría se decantaba por el
primero… ¿por qué? ¿Por qué era más hermoso algo escrito sin pensar en menos de
media hora y con un mínimo de edición? Todo ese día me quedé con una sensación bastante
extraña.
Luego una
amiga me dijo que era muy sencillo, que llevaba haciendo esto por años, y que
cada avance contaba, que la facilidad de este cuento demostraba todo mi
esfuerzo; tiene toda la razón, pero entonces ¿Por qué sigo pensando que lo hago
mal?
Parte de mi
mente dice que es la prolongación de un pensamiento egoísta, que prefiero seguir
pensando eso para que cuando alguien me diga que todo es cierto, que soy malo y
no debería invertir tiempo en todo esto, yo ya esté preparado. La otra parte sabe
que he avanzado a paso ligero, que ha sido difícil y me he logrado todo con mi esfuerzo, pero siempre tiene la duda
adelante.
Todo eso me
persiguió en estas semanas, me puse a leer demasiado, terminé canción de hielo
y fuego, el rey de hierro y uno que otro manga, creo que no he leído tan
seguido desde hace años. Y entonces, tratando de continuar el proyecto de fantasía
me puse a leer un poco del Quijote, puesto que quisiera implementar esa forma
antigua de hablar.
Para sorpresa
mía me encontré con un prólogo en el que él mismo cervantes dudaba de la
calidad de su obra y estaba estancado pensando en cual sería el gran soneto que
abriría su libro. Luego volví a leer mi biblia personal, Mientras Escribo de Stephen
King y me encontré con más de lo mismo, una cierta incertidumbre conforme a lo
que se escribe. Para colmo, Brandon Sanderson me remata con esta frase en el Héroe
de la Eras:
«eso es. (…)
Por eso siempre sentí que estaba mal. No tenía que esforzarme y por eso, no podía
creer que lo merecía».
Es sorprendente ver el crecimiento personal que ha tenido Vin, y leer la escena del baile me rompió. Tal vez me ocurra lo mismo, y tal vez por eso he comenzado a dudar de mi plan inicial, pensar que no merezco ganar el concurso. El mes de abstinencia que debo de tener con el libro ha aflorado ciertas inseguridades, sobre estructura y forma y lo peor es que no me puedo devolver a verlas.
He intentado
distraerme tratando de volver al mundo de fantasía, pero me he encontrado con un
nivel de exigencia altísimo, sí, quiero que sea como un libro de Martin, pero
yo no soy Martin y no tengo las décadas de experiencia que él tiene; trato de recordármelo
cada vez que puedo.
Esta semana
terminé la escena del patio de entrenamientos, fueron 680 palabras más y unos pequeños
ajustes a escenas anteriores en el capítulo. Más o menos sé cómo configurar los próximos 5 capítulos, aunque he tenido
cierta reticencia a escribirlos.
Por ahora todo está así. Espero volver a la revisión
del proyecto Bosque el próximo mes y avanzar lo posible en el de fantasía. Hasta
entonces, nos vemos la próxima semana.
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