Felipe estaba nervioso. “Ya se han tardado mucho” Pensó. El estómago le rugía y la cabeza comenzaba a dolerle, sí que tenía hambre. Buscó algo en la bolsa, pero el estúpido de Esteban se había comido todas las salchichas que quedaban. Se preguntó si podía volver a la camioneta él solo desde allí, no recordaba muy bien el camino, y el bosque de noche era traicionero.
Se quedó sentado cerca de una hora.
El viento producía sonidos horripilantes,
la fogata comenzaba a apagarle. Felipe sabía muy poco de la vida salvaje, aun
así, entendía que esa fogata le daría más oportunidades de pasar la noche sin
encontrarse al puma que tanto buscaba Esteban.
Así que se paró para buscar más leña.
Los maldecía a todos y se recordaba que
debió seguir su instinto inicial. Dejarlos con una excusa barata, pero, a decir
verdad, ya estaba cansado de todo. De estar solo en su casa, de que las cosas
no le generaran ningún interés; pensó entonces que una salida al campo con la
muerte de un pobre animal le animaría… aun así pasó lo mismo de siempre, se
quedaba solo aun con sus amigos cerca.
Recogió la madera y la llevó de nuevo al
acampamento. la fogata se estaba apagando, hizo lo que pudo para volver a
prenderla, pero, no sabía de fogatas… El fuego se extinguió lentamente mientras
su frustración crecía. Gritó el nombre de sus amigos.
Nada.
Los insultó.
Nada.
Se agarró la cabeza dolorida y el mareo comenzó a afectarle. Vio algo brillante en la oscuridad ¿se movió? Parecía que se había movido o ¿era él el que se estaba moviendo? Felipe no pudo entenderlo, porque en medio de sus preguntas, la creatura voló hacia él y le partió el cuello con sus patas. Esta vez ni siquiera hubo un grito.
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