Felipe estaba nervioso. “Ya se han tardado mucho” Pensó. El estómago le rugía y la cabeza comenzaba a dolerle, sí que tenía hambre. Buscó algo en la bolsa, pero el estúpido de Esteban se había comido todas las salchichas que quedaban. Se preguntó si podía volver a la camioneta él solo desde allí, no recordaba muy bien el camino, y el bosque de noche era traicionero. Se quedó sentado cerca de una hora. El viento producía sonidos horripilantes, la fogata comenzaba a apagarle. Felipe sabía muy poco de la vida salvaje, aun así, entendía que esa fogata le daría más oportunidades de pasar la noche sin encontrarse al puma que tanto buscaba Esteban. Así que se paró para buscar más leña. Los maldecía a todos y se recordaba que debió seguir su instinto inicial. Dejarlos con una excusa barata, pero, a decir verdad, ya estaba cansado de todo. De estar solo en su casa, de que las cosas no le generaran ningún interés; pensó entonces que una salida al campo con la muert